Artículo de Emilia Málaga (Responsable Área Igualdad UGT-Euskadi)
Este 8 de Marzo se va a hablar mucho sobre la reforma de la ley del aborto. Pese a la importancia de este ataque a la libertad de las mujeres, no está de más intentar abrir el foco para hacer balance de cómo se vienen abordando las políticas que nos afectan en lo que llevamos de legislatura.
Es cierto que era fácil sospechar que la igualdad de género no iba a ser una prioridad para este Gobierno. Pero, tras dos años de recortes ininterrumpidos es imposible extraer otra conclusión distinta a que los pasos atrás en igualdad se deben a un retroceso programado.
No se trata de un alarmismo infundado. Se están dando los pasos precisos hacia un cambio de modelo orientado a que las mujeres vuelvan a ser las únicas cuidadoras en el ámbito privado y tengan una participación más residual en el mercado de trabajo. Supuestamente, se estaría buscando el doble efecto “positivo” de atención a menores y dependientes en el hogar (lo que por sí solo ya constituye una declaración de modelo) y la reducción del número de personas activas que buscan un trabajo a tiempo completo en un momento en el que el empleo es escaso (obviando que la respuesta de las mujeres a esta situación ha sido justo la contraria, pasando muchas de ellas de inactivas a activas debido a la carencia de ingresos en la unidad familiar). Se trata de empujar al revés, de intentar volver a un modelo superado.
El último atropello en este sentido nos ha venido en forma de regalo de Navidad. El 20 de diciembre pasado se aprobaba el Real Decreto-Ley 16/2013, sobre “Medidas para favorecer la contratación estable y mejorar la empleabilidad de los trabajadores”. Las fechas de su aprobación permitieron que «no hiciera mucho ruido», pero la carga de profundidad que contiene es demoledora. Reforma el contrato a tiempo parcial de tal forma que en la práctica permite que bajo esta modalidad se realicen jornadas cuasi completas (hasta el 90% de una jornada a tiempo completo), con el agravante de que no hace falta aviso previo, sino que el requerimiento para desempeñar esas horas “complementarias” puede hacerse el mismo día.
Es decir, que la trabajadora -es un contrato que se usa sobre todo con mujeres- sabrá cuándo comienza su jornada laboral, pero no cuándo acaba. Y, siendo como son las mujeres -realidad tozuda- las responsables de los cuidados en el entorno familiar, de nuevo se produce el efecto perverso de abandonar un mercado laboral que cada vez pone más difícil atender a las responsabilidades familiares, esas que tampoco pueden cubrirse a través de una red de servicios suficientes y públicos porque, sencillamente, ésta no existe.
Desde la reforma laboral, que ya desregulaba de tal manera los tiempos de trabajo que hacía imposible la conciliación para muchas trabajadoras, hasta la del contrato a tiempo parcial, pasando por el recorte en las ayudas a la Dependencia o en las ayudas para la lucha contra la violencia de género, todo parece apuntar a un retroceso significativo y programado en el papel que las mujeres ocupamos en la sociedad. No basta con que lo denunciemos y nos manifestemos este 8 de Marzo. Tenemos que ser capaces de darnos cuenta de que estamos ante un momento crítico, que va a definir no sólo nuestro futuro sino el de la sociedad en la que vivimos, y actuar en consecuencia.
Se preguntaba el historiador y escritor Tony Judt por qué dábamos tan por sentados los derechos, instituciones, legislaciones y servicios heredados. Tenía razón. Ante reformas como la de la actual ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo vemos con horror, más que con estupor, lo fácil que es “derribar los diques que laboriosamente levantaron nuestras predecesoras y predecesores”. Como resultado, este 8 de Marzo tendremos el dudoso honor de que el movimiento sindical europeo mire hacia nuestro país preocupado por el retroceso de derechos que estamos sufriendo las mujeres. Marca España, que diría García-Margallo.
Visitas: 48