Pepe Alvarez comparte los avances en los acuerdos de negociación colectiva con ugetistas vascos, en asamblea, en Bilbao

El Secretario General de UGT ha presentado a Raúl Arza en el Forum Europa Tribuna Euskadi, posteriormente, ambos han mantenido una reunión con dirigentes del PNV y han finalizado la mañana con la asamblea con delegados/as y afiliados/as de UGT-Euskadi, en Bilbao.
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El Secretario General de UGT, Pepe Alvarez, ha compartido con los delegados/as y afiliados/as vascos asistentes a la asamblea, la situación y avances en los acuerdos de negociación colectiva (AENC), así como las expectativas del sindicato con el cambio de Gobierno.

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Una asamblea abierta, en la que posteriormente han tenido la oportunidad de intervenir y preguntar los ugetistas que han acudido al encuentro en Bilbao.

Con anterioridad, Pepe Alvarez y Raúl Arza han mantenido un encuentro con el presidente de EAJ- PNV, Andoni Ortuzar. Se trata de la primera vez que, desde que es Secretario General, Pepe Alvarez se reúne con este partido, con el que, no obstante, mantiene contactos con el grupo parlamentario en Madrid

Pepe Alvarez ha manifestado que el PNV es fundamental en “los cambios que se puedan producir desde el punto de vista de la reforma del mercado de trabajo o de las políticas sociales. En nuestro país será muy importante para conseguir cumplir con nuestros objetivos de mejoras y retorno de derechos para los trabajadores y las trabajadoras el tener en cuenta a todos los partidos, y de manera específica al PNV”.

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Intervención de Raúl Arza en Forum Europa Tribuna Euskadi

Pero, la agenda del día se iniciaba con la intervención del Secretario General de UGT-Euskadi, Raúl Arza, en Forum Europa Tribuna Euskadi, a la que han asistido cerca de190 personas. Entre ellos, tres consejeros del Gobierno vasco, la de Empleo, Beatriz Artolazabal; Trabajo, María Jesús San José, y Vivienda, Iñaki Arriola; los presidentes de la patronales Confebask y Cebek, del Consejo Económico y Social, Consejo de Relaciones Laborales y el Instituto Vasco de Salud Laboral Osalan, entre otros representantes institucionales y distintos partidos políticos .

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Raúl Arza, tras agradecer a Pepe Alvarez su presentación y la invitación de Forum Europa “por darme la oportunidad de expresar la opinión de UGT-Euskadi ante un momento difícil y, por qué no decirlo, incómodo e incierto, para las relaciones laborales “, ha iniciado su intervención, que reproducimos a continuación:

Para una organización como la nuestra, que cumple 130 años y 40 desde la constitución como UGT Euskadi, siempre hemos apostado por la defensa de los más débiles y por el autogobierno a través del respeto a la pluralidad , el diálogo y el acuerdo , sin renunciar a la movilización,

recordemos la aportación hecha por nuestro sindicato desde una útil combinación de negociación y presión en asuntos como el Estatuto de los Trabajadores, Reconversión Industrial y la Ley de Libertad Sindical, a veces en solitario, así como problemas recientes y actuales en empresas industriales (La Naval, Productos Tubulares, ACB, Sidenor, Vicrila y Mercedes entre otras) y en el sector público ( con acuerdos en Sanidad, Educación y Lanbide )

La costumbre en los foros a los que nos invitan es hablar sobre nuestros logros recientes y subrayar los “malos logros” del gobierno, o de los gobiernos, mejor dicho.

Pero no quiero ir a lo fácil, sino que prefiero plantear algunas reflexiones sobre nuestro presente y sobre nuestro futuro.

Aunque creo que no está de más recordar que nunca lo hemos tenido fácil, que siempre nos han atacado, y que siempre hemos resistido.

Pero nuestra tarea no es resistir ni criticar por criticar, sino conseguir cambiar las cosas y proponer alternativas.

Ahora nos toca hacerlo en un mundo laboral que está cambiado por completo.

El triunfo de las tesis neoliberales, la comodidad de la patronal que solo piensa en la miel y olvida a las abejas, la pérdida de peso de la industria, la fragmentación y la desregulación del sector privado son, básicamente, las causas de esta situación.

Como dijo Feuerbach

no se trata de hacer interpretaciones del mundo, se trata de cambiarlo”.

Así que querría enmarcar mi intervención en el papel que el artículo séptimo de la Constitución define para los sindicatos:

contribuir a la defensa de los intereses económicos y sociales que les son propios a trabajadoras y trabajadores

Este papel transciende claramente el ámbito de la empresa, aunque en ocasiones se pretenda lo contrario. Y es este papel, el que nos sitúa en la defensa activa de una ciudadanía social que debe abarcar los derechos necesarios para una existencia decente en los planos económico y social.

Es muy importante la igualdad ante la ley, pero sobre todo es importante la igualdad ante la vida.

Precariedad, siniestralidad, bajos salarios, temporalidad abusiva, escasa productividad y poca competitividad son un hilo conductor que nos degrada como personas.

Reivindicamos la ciudadanía laboral como parte fundamental de nuestra ciudadanía social y democrática.

Hacemos sindicalismo en un contexto de desigualdades sociales enquistadas, con un alto nivel de desempleo ( más de 122.801 ) , con un trabajo precario ( más del 90 % de los nuevos contratos son temporales, el 50 % duran menos de un mes y el 40% lo son a tiempo parcial ) , con políticas impuestas por instituciones supranacionales lejanas y burocráticas pero que, conviene no olvidar, son nombradas por los poderes políticos democráticamente elegidos que no han querido o no han podido domar los mercados ni el sistema financiero. Y esto, para gran parte de la población, significa miedo, angustia, indignación, resignación y falta de perspectivas de futuro.

Desde la década de los años 70 se ha venido dando una caída paulatina del peso de los salarios en la renta nacional, inclinándose la balanza cada vez más a favor de las rentas empresariales. Este periodo ha coincidido con el afianzamiento de la ideología neoliberal, tanto en la economía como en la política, invirtiéndose la tendencia del periodo anterior, en el que se daba un reparto más equilibrado de las rentas en las economías desarrolladas.

Y junto a la política contra los salarios y la redistribución de la renta entraron en juego las políticas fiscales: reducciones de los impuestos que fueron justificadas burdamente y regalos fiscales camuflados, para después tratar de culpar al gasto público de la falta de recursos. Las devaluaciones salariales resultantes de todo esto, falsamente llamadas competitivas, llevaron a una depresión de la demanda y sobre todo a un aumento de las desigualdades y la polarización de rentas.

La desigualdad se encuentra en el corazón de la crisis social actual.

Porque vivimos en una situación de crisis, aunque no hablemos de ella.

Hoy y aquí hay una parte importante de la ciudadanía no es capaz de cubrir por sí sola sus necesidades básicas. Y otra parte no menos importante que sí lo hace pero que vive con la incertidumbre de por cuánto tiempo será capaz de hacerlo. Porque la seguridad económica se ha acabado para casi todo el mundo, y esa certeza no hay dato macroeconómico que pueda maquillarla.

Las continuas desregulaciones laborales han supuesto, entre otras cosas, un cambio de valores.

Se ha ninguneado la dignidad del trabajo.

En nombre del empleo se pretende que esté justificada casi cualquier medida sobre la calidad y la dignidad del trabajo (desde la ruptura del principio de igualdad de trato, al aumento del tiempo de trabajo, pasando por la más completa inestabilidad en las trayectorias profesionales).

La idea a vender es que “más vale un mal empleo que ninguno”.

A la vez, se ha ido transfiriendo progresivamente el riesgo a los trabajadores y trabajadoras: son la primera variable de ajuste; se ha acrecentado su inseguridad ante los avatares de la existencia (desempleo, enfermedad, vejez, incapacidad); bajo el concepto de empleabilidad se pretende que los trabajadores y trabajadoras sean los empresarios de sí mismos, tenemos un ejemplo con las nuevas plataformas y los falsos autónomos.

La seguridad -garantías de rentabilidad, contratos blindados- para los accionistas y los gestores; la inseguridad para los trabajadores. Esto no es flexiseguridad sino flexiprecariedad.

Este “fundamentalismo de mercado” ha dado pie a las continuas reformas del mercado de trabajo que han desequilibrado de forma sostenida y profunda el reparto de los incrementos de la productividad entre capital y trabajo.

Pero sin empleo decente, que no es otra cosa que el empleo con derechos, no hay vida decente ni sociedad decente.

La autodeterminación vital de las personas, su autonomía y libertad pasan por tener un buen empleo, seguro, estable, bien remunerado e igualitario.

Caminamos hacia una sociedad con un alto número de precarizados, de subempleados, de mileuristas. El derecho al trabajo no puede convertirse en la obligación de trabajar sin derechos. Y no basta con decir que, por supuesto, eso aquí no pasa. Faltaría más, con lo bien que lo hacemos todo. Porque las trabajadoras y los trabajadores que entran en nuestras sedes nos cuentan otra cosa. Nos hablan de injusticias, de abusos y de ilegalidades. Y saben que se enfrentan a una pelea en la que son el eslabón débil. Ni siquiera hablo de trabajadores precarios tal y como los entendemos. Hablo de trabajadores sin más, temerosos y amenazados, que son multitud en nuestras empresas, aunque tengan contratos indefinidos.

La crisis económica en su origen y en sus consecuencias está suponiendo un aumento de la desigualdad en rentas y riquezas, pero también lo está haciendo en derechos y oportunidades. El desempleo, la bajada de salarios, el juego con los impuestos, los recortes en sanidad, educación, dependencia y prestaciones por desempleo, son, entre otras, las causas de ese incremento y del aumento de la pobreza.

Y esto es lo que pretendemos cambiar.

Nosotros no pretendemos ser contrapoder político.

Somos reformistas, queremos transformar la realidad a través de la negociación y el acuerdo siempre que sea posible, y si no con las medidas que la ley pone a nuestro alcance.

Apostar por la reforma es mucho más difícil que hacer la revolución.

Se te ataca, pero no de frente.

Se ponen en marcha los mecanismos de desgaste. Desde que llegó la crisis, estos han sido particularmente virulentos contra los sindicatos de clase.

Han tirado de manual:

la reacción del poder contra alguien díscolo es restarle autoridad por medio del descrédito. Y así los altavoces del poder no han dejado de acusarnos de conservadores,

de querer dejar las cosas como están,

de preocuparnos solo de una especie de aristocracia obrera con buenas condiciones laborales y contratos fijos.

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De estar ausentes de los grandes debates socioeconómicos y de casi obligar a la gente a crear movilizaciones alternativas como consecuencia de nuestra presunta ineficacia. Pero los proveedores de información también saben que esto no es así, que por ejemplo la Ley de Igualdad, las pensiones no contributivas y la ley de Dependencia fueron fruto del Diálogo Social.

Saben que hace meses pusimos en marcha una campaña contra la subida de las pensiones porque “era una mierda”, y que el lazo marrón de esa campaña, con su carga gráfica, ayudó a impulsar las movilizaciones de las y los pensionistas.

Saben que estamos en los foros donde se diseñan protecciones adicionales a los desempleados.

Saben que hemos acordado la subida del salario mínimo para los trabajadores en peores condiciones y que hemos presentado una iniciativa legislativa popular que pretende conseguir una prestación de ingresos mínimos que podría beneficiar a dos millones de personas.

Pero da igual que lo sepan.

Saben aún mejor el relato que tienen que contar para seguir con el descrédito.

Ay, la importancia del relato. En esta tierra sabemos mucho de eso.

Pero aunque ellos no lo cuenten, yo sí quiero hacerlo. Un sindicato de clase tiene que dar respuestas día a día, todos los días, aunque sean imperfectas, a los trabajadores y trabajadoras que entran en nuestras sedes.

Para cada uno de ellos, su problema es el más importante, el único que cuenta.

El que define muchas veces si podrán cambiar de lavadora, costear una estancia en el extranjero para que sus hijos estudien o conseguir pagar el alquiler. Así de simple. Y esta es la foto más dura, pero también la más bonita y satisfactoria, de nuestro día a día.

Sabemos que no podemos ser solo un instrumento que ofrece servicios a los trabajadores, nos convertiríamos en una Gestoría.

Tenemos que rearmarnos ideológicamente, porque lo que el sindicato es,

es un agente de transformación social.

Así que lanzo ya la pregunta que, a mi entender, debe estar en el centro de todos los debates sociolaborales:

¿QUÉ EMPLEO QUEREMOS, Y PARA CONSTRUIR QUÉ SOCIEDAD?

Y para responderla tenemos que huir de los lugares comunes.

Porque absolutamente todo el mundo responderá lo mismo: un empleo de calidad y con derechos, que nos permita sostener una sociedad decente y cohesionada.

Pero ya dice la Biblia que por sus hechos los conoceréis, y tengo que decir que no vemos que se esté trabajando por la consecución de este tipo de empleo. Al contrario, se siguen erosionando las bases que lo harían posible. Y en ello incluyo la “nueva cultura de empresa” que nos han pretendido vender las patronales vascas en los últimos años.

No hace ni un mes uno de los responsables de su puesta en marcha decía que esta fórmula le solucionaba los problemas a la empresa y también a los sindicatos.

Pues bien, no vamos a darle las gracias porque a nosotros no nos soluciona nada.

Es una fórmula más -tras un buen márketing- para la individualización de las relaciones laborales, lo que tampoco se molestan demasiado en ocultar.

En la misma entrevista afirma como algo positivo que en los órganos de dirección de su patronal ya no se habla de convenios colectivos, lo que no me parece precisamente un logro.

Estamos más de acuerdo con la afirmación de otro directivo de otra patronal territorial cuando expresaba en un artículo de opinión que “la renuncia a la concertación no parece la respuesta más acertada y que la reactivación de la negociación colectiva ayudaría sustancialmente a preparar un escenario más propicio para el diálogo y el acuerdo”.

Porque voy a decirlo alto y claro :

Las relaciones laborales o son colectivas o no son.

Miren el tamaño de nuestras empresas ¿Cómo se negocia en empresas de menos de seis trabajadores? ¿O en aquellas que aún teniendo más de 6? No celebran elecciones sindicales, es decir no tienen representación sindical con capacidad para negociar un convenio, estamos hablando de más de 340.000 trabajadores y trabajadoras, o la alternativa encubierta es convertir al contrato en el convenio individual.

Si esto es así, cuál será el papel en el futuro de las organizaciones patronales??

Cuando se firman acuerdos al margen de los sindicatos, como el recientemente firmado entre el Gobierno Vasco y Confebask al margen de la mesa de Diálogo Social que estaba abierta, se está avanzando en ese modelo “ lobista” que es nefasto para las trabajadoras y trabajadores.

Pero es que además refleja una visión particular (empresarial), y por tanto parcial, del mundo, de las relaciones laborales y de las empresas. Y esa parcialidad lo hace por un lado totalmente discutible, y por otro inútil para el trabajo que se supone pretenden con el planteamiento.

El enfoque es, por lo tanto, inservible.

Insisto en que las relaciones laborales o son colectivas o no son, por lo que habría que huir de todos los conceptos y planteamientos que pretenden individualizarlas. Además, o son supraempresariales o no son. Si carecen de estas dimensiones, es más, si estas no están en el corazón de las mismas, no tiene sentido hablar de un modelo de relaciones laborales.

Y luego están los distintos marcos. Nosotros pensamos que es preciso reconstruir un marco único de relaciones laborales en la empresa. Las reformas, el deterioro de la regulación laboral y las prácticas empresariales han fragmentado las condiciones laborales y salariales de las y los trabajadores, de forma que trabajadores que realizan mismos o similares trabajos tienen condiciones muy diferentes. La unidad del marco laboral en la empresa es un elemento esencial.

Esto no significa que no pueda haber diferencias, pero sí que es preciso que haya un marco común de relaciones laborales en la empresa que termine con las diferencias y segmentaciones:

hombre-mujer, las mujeres cobran un 24 % menos,

temporales-fijos , los fijos cobran un 50% más que los temporales ,

Jóvenes -mayores, los jóvenes tiene un salario menor al que tenían en 2008.

trabajadores a jornada completa-a tiempo parcial .

No es posible hablar de un buen modelo de relaciones laborales si no desaparece la dualidad. Porque el objetivo último no puede ser simplemente crear un marco más favorable para el funcionamiento de las empresas. El objetivo ha de ser que ese buen funcionamiento se desarrolle de forma compatible con un empleo estable y de calidad.

Reclamamos, por otra parte, un lenguaje común, porque el lenguaje y los conceptos que encontramos en los documentos patronales reflejan su visión del mundo y esa visión no es la real hay veces que me parece que viven en una burbuja interesada, así que es muy difícil hablar si nos estamos refiriendo a cosas distintas. Y pondré un ejemplo, la famosa ‘adaptabilidad’ de los trabajadores y trabajadoras.

UGT la entiende como la utilización del capital humano en un plano supraindividual, no como una mera obligación de cada trabajador, sino como la capacidad de adaptación colectiva de las formas de organización del trabajo en la empresa. Y debe provenir de dos factores:

la formación en competencias profesionales, es decir, la capacidad para aplicar los conocimientos y resolver con ellos los problemas, y

la participación en decisiones, objetivos y resultados, no solo cuando le va mal a la empresa.

Me conformaría con que se cumpliera el art. 64 del Estatuto de los Trabajadores, el que se refiere a las competencias de información y consulta de la representación sindical.

Sin la concurrencia de las dos no es posible plantear la adaptabilidad de las y los trabajadores. Esta se ha de enmarcar en la capacidad general de la empresa en tanto que organización a dicha adaptabilidad, y eso requiere compartir los cambios, a no ser que lo que se pretenda sea que la adaptabilidad sea simplemente la aceptación de derechos laborales más reducidos cuando a la empresa le convenga.

A esto me refiero cuando digo que hablamos lenguajes distintos.

Incluso con un lenguaje compartido y con negociación de buena fe, un acuerdo entre las organizaciones sindicales y empresariales no lo puede todo: está limitado por el carácter indisponible de buena parte de la regulación laboral.

Por eso, porque el marco que resuelve muchos de los problemas laborales no es ni bilbaíno, ni guipuzcoano ni vasco, ni siquiera norteño, es necesario un cambio normativo que dé marcha atrás en todos los grandes aspectos a las últimas reformas laborales. Y no solo esto. También hacen falta reformas legales que permitan superar los problemas estructurales del mercado laboral español, como la falta de causalidad en el despido y el fraude generalizado en la contratación temporal.

Hace tres años el actual Presidente del Gobierno presentaba la propuesta de elaborar un nuevo Estatuto de los Trabajadores. Lo cierto es que sí hace falta un nuevo marco de relaciones laborales que tiene que ir más allá de la mera derogación de la última reforma laboral. Un nuevo estatuto debería estar adaptado a nuestros tiempos (no solo en el nombre) y garantizar derechos como la salud, la igualdad y la intimidad. Un marco que debería delimitar bien el tiempo de trabajo y garantizar un salario suficiente. Y que tendría que devolverle la fortaleza a la negociación colectiva , dando preeminencia a la negociación colectiva sectorial frente a la negociación empresa por empresa .En Euskadi se ha dado una conjunción de intereses entre la patronal y ELA , pero con resultados más bien escasos ya que el número de trabajadores y trabajadoras amparadas por un convenio de empresa ha pasado de 119.154 en 2012 a 133.789 a finales del 2017, en todo caso podrá ser una estrategia pero no una solución para la mayoría de los trabajadores que trabajan en empresas de menos de 6 trabajadores y en aquellas que aún teniendo más de 6 trabajadores para poder realizar elecciones sindicales no las han realizado y no tienen representación sindical que pueda negociar un convenio , estamos hablando de 342.548 trabajadores y trabajadoras.

Para UGT – Euskadi la negociación colectiva sectorial tiene que ser la base de la negociación colectiva.

Con respecto a esta última, una vez más voy a subrayar su importancia. Tiene mayor poder redistributivo que la fiscalidad. Su no funcionamiento, o su mal funcionamiento (2 de cada tres trabajadores vascos tiene su convenio decaído o pendiente de negociar 386.212), hace que las desigualdades crezcan. Los más perjudicados por esto no participan en este tipo de foros ni aparecen en las páginas de economía de los periódicos. Pero son los únicos que saben de verdad cuál es el precio a pagar cuando se renuncia a este instrumento.

Hay que creer de verdad en la Negociación Colectiva. Y algunos en Euskadi tienen que ponerse las pilas y firmar los convenios. La defensa de los ámbitos se demuestra con la negociación y en la firma de convenios. Desde la firma del Acuerdo Interprofesional Vasco, en enero del año pasado, SOLO SE HAN FIRMADO 26 convenios sectoriales. 21 por UGT y/o CCOO. Otros han puesto su firma solo en 15 ó en 12. Por territorios la cosa está más equilibrada: 10 firmados en Álava, 8 en Bizkaia y 8 en Guipúzcoa. Digo desde ya , que la mejor manera de defender un acuerdo es aplicarlo. Las mayorías pueden hacer.

Y también pueden NO HACER. Y su no hacer conlleva que más de 380.000 trabajadoras y trabajadores vascos no tengan convenio o lo tengan pendiente de negociar.

Pero aunque creo que algunos se equivocan en su estrategia de confrontación, yo no quiero equivocarme: la responsable última de esta situación es una patronal mimada desde los poderes públicos : la reforma del Impuesto de Sociedades, y el reciente acuerdo con el Gobierno Vasco, son una muestra de ello . E

s ella la que incluso unilateralmente tiene la capacidad de mejorar las cosas, pero no tiene ningún interés en hacerlo. En la Mesa de Diálogo Social su estrategia ha sido totalmente proactiva: proactiva a que los avances fueran mínimos. Incluso han llegado a cuestionar la existencia de la brecha salarial estructural de género que sufren las mujeres. A veces pienso que una forma de no estar en una mesa en la que no quieres estar es provocar a la otra parte para que sea ella la que se levante y se marche, mientras que tú, eso sí, has conseguido la foto. A mí esa estrategia me cansa y me disgusta.

Ya que he mencionado la brecha salarial, que es el resultado de todas las discriminaciones que sufren las mujeres, quiero apuntar aunque sea brevemente que por mucho que se cierren los ojos a la realidad, nadie puede obviar lo que ocurrió este último 8 de marzo. NO FUE UNA HUELGA INSTAGRAM. Miles, decenas de miles, cientos de miles de mujeres ocuparon las calles de nuestro país, con muchos hombres a su lado, para decir que BASTA YA, para gritar que es tiempo de ganar, de ganar igualdad, de ganar dignidad, de ganar la posición de igual a igual que de por sí le corresponde a la mitad de la población.

Este 8 de marzo fue un día de paros, de manifestaciones, de reivindicaciones, pero también de propuestas. Hay que recordar que cuando la crisis entró por la puerta, las políticas de igualdad saltaron por la ventana. A día de hoy hay pocas empresas que cumplan con los planes de igualdad, planes que implican ponerle a la empresa el termómetro que indica hasta qué punto en su quehacer existe discriminación por razón de género. Los datos son muy duros, la brecha de género es contundente en el empleo, en los salarios -menores ingresos que llevan a menores prestaciones y pensiones más bajas-, en la parcialidad impuesta, en el cuidado de menores y dependientes como tarea también socialmente impuesta. Hay que revertir este periodo de involución social, revertir las sucesivas reformas y recortes llevados a cabo, siendo lo prioritario dedicar recursos suficientes contra la violencia de género, una ley por la igualdad salarial y un mejor y más completo desarrollo de la normativa de igualdad que contribuya de forma decisiva a mejorar la calidad del empleo de las mujeres.

Y si hay voluntad, se puede llegar a acuerdos. Por eso no quiero dejar de reconocer el valor del acuerdo que hemos alcanzado para subir el Salario Mínimo. Un 4% en 2018, el 5% para 2019 y el 10% para 2020.Esta subida va a beneficiar sobre todo a los colectivos que sufren más la precariedad (mujeres, jóvenes e inmigrantes). Es cierto que con 850 euros al mes en 14 pagas es sumamente difícil vivir, pero hacerlo con 655 euros es realmente dramático. El deterioro del salario mínimo era funcional para la estrategia de devaluación salarial que ha constituido el centro de las políticas de austeridad. Por eso hay que poner en valor el acuerdo sobre su subida. Hemos logrado convertir la mera consulta a la que está obligado legalmente el Gobierno en un proceso de negociación con los agentes sociales, incluida la patronal, que finalmente ha cristalizado en el acuerdo. Y este acuerdo debe ser completado con otros que sitúen a nuestro país en un proceso de recuperación de derechos, de bienestar y de reparto de riqueza. Debe completarse con acuerdos en pensiones, en calidad del empleo y en negociación colectiva y en recuperación de derechos civiles

Y hablando de acuerdos, por cierto, espero que la reforma de la Renta de Garantía de Ingresos consiga un gran consenso, pero creo que hay que dar un tirón de orejas a quienes desligan la RGI del salario mínimo: no es justo recortar el gasto social a costa de reducir las políticas para los más débiles, por cierto cuando el SMI no crecía o lo hacía de forma casi testimonial, nadie se acordaba de él. Tenemos que hacer que la reforma propuesta no sea una reforma pensada para reducir el gasto buscando que las necesidades se adapten a la RGI en vez que la RGI se adapte a las necesidades.

Y a esos mismos, que también tienen la responsabilidad de desarrollar el Pacto Vasco por la familia, les ofrezco una receta simple: la mejor medida para fomentar la natalidad y hacer frente al reto demográfico es garantizar un empleo decente, aquel que te permite vivir dignamente, te da derechos y no te discrimina. Ese es el empleo que te permite desarrollar un proyecto de vida. Así de simple.

El mercado laboral es el problema y es la solución.

Por eso me ha resultado sorprendente escuchar en los últimos tiempos voces que anticipan un problema demográfico y, por tanto, falta de mano de obra, para a continuación vincular su solución a facilitar la llegada de trabajadores de terceros países. Dejando a un lado lo poco que acertamos con las predicciones -a ver qué pasa con esta- y que UGT siempre ha destacado en la defensa de los derechos de las personas inmigrantes, no deja de ser preocupante que si sabemos, que la mejora del empleo conllevaría más oportunidades vitales para nuestra juventud, incluida una maternidad/paternidad deseada, se opte en su lugar por solicitar trabajadores de otros lugares.

Y me voy a explicar muy bien para que no haya lugar a malas interpretaciones: no tenemos ningún problema con las y los trabajadores inmigrantes. Forman parte de nuestra organización, de nuestras empresas y de nuestra sociedad. Sí tenemos problemas con que se les intente utilizar para mantener y no mejorar las condiciones de nuestro mercado de trabajo. Eso perjudica al resto de trabajadores, tanto autóctonos como inmigrantes que ya están aquí, y consolida las desigualdades. Y no me estoy poniendo la venda antes que la herida, es que ya hemos vivido circunstancias similares y la presunta falta de mano de obra no fue tal: hace ya algunos años se solicitaron para Bizkaia, vía contingente de trabajadores extranjeros, 3.000 autorizaciones. Y cuando la Subdelegación del Gobierno pidió que se presentaran esas 3.000 ofertas de empleo para revisar las condiciones ofrecidas, el número total de ofertas presentadas fue…cero. Ninguna.

De repente, esa necesidad no existía. Pero es que conviene no olvidar que cuando un trabajador extranjero obtiene un permiso de trabajo, para renovarlo necesita demostrar cotizaciones. Y como una vez que está aquí lo último que quiere es tener que marcharse, para obtener esas cotizaciones y mantener ese puesto de trabajo está dispuesto a aceptar casi cualquier cosa.

Así que como explican Srnicek y Williams, tener grandes cantidades de personas sin un trabajo seguro ayuda a mantener a raya a quienes tienen un empleo. Ayuda, incluso, a precarizar más el empleo.

Y es por esto por lo que advertimos desde ya , que vamos a estar muy vigilantes con este tema.

Voy acabando, aunque me voy a dejar muchas cosas en el tintero.

El mercado de trabajo es una institución social, no una mercancía. Antes la pobreza venía de la mano de la falta de empleo. Ahora está en la nómina. La precarización de las condiciones laborales ha hecho que reaparezcan los trabajadores pobres, que compatibilizan su trabajo con la RGI, y que crezca la desigualdad social, como recogía la última Memoria Socioeconómica del Consejo Económico y Social Vasco.

Necesitamos que el empleo sea de verdad el antídoto conta la desigualdad y la pobreza, dignamente retribuido y de calidad suficiente.

No podemos resignarnos a la descripción -acertada- de Galeano cuando decía que el derecho laboral se está reduciendo al derecho a trabajar por lo que quieran pagarte y en las condiciones que quieran imponerte. No podemos caer en la trampa de aceptar perversiones del lenguaje como esa de la economía colaborativa cuando se trata de la explotación de siempre, y que además supone competencia desleal para las empresas que sí cumplen.

Y no puedo olvidarme de las pensiones.

De la ruptura unilateral del pacto de Toledo que aseguraba que las y los pensionistas en ningún caso perderían poder adquisitivo.

De una reforma basada en la reducción del gasto, que busca el empobrecimiento de los y las jubiladas ,por cierto un 68.43 % de las pensiones españolas están por debajo de los 1000 euros y 51.58% de las vascas, y algunos hablan de generosidad del sistema , gran hipocresía .

El objetivo es asustarnos y obligarnos a un traspaso de recursos a los sistemas privados de pensiones de aquellos que puedan que cada vez son menos a la vista de los salarios de los trabajadores que se incorporan al mercado de trabajo que cada vez tienen más dificultades para llegar a final de mes.

Lo urgente es el mantenimiento del poder adquisitivo. Las pensiones históricamente siempre han mantenido poder adquisitivo. Y una cosa importante: que el empleo crezca no significa que las pensiones no pierdan poder adquisitivo. Y esto debido a la reforma de 2013, diseñada para provocar el empobrecimiento de la población jubilada, para que pierdan poder adquisitivo todos y cada uno de los años de su vida, haciéndose más pobres cuanto más ancianos.

Las medidas que acordó el anterior Gobierno de España con el PNV, como consecuencia de las movilizaciones, son coyunturales, retoques insuficientes que no abordan en serio ni la revalorización, ni la suficiencia ni la sostenibilidad de las pensiones.

Hay que abordar este tema con urgencia.

En este caso también tenemos propuestas , ya que el sistema no tiene un problema de gasto sino de ingresos ya que gastamos menos que los países de nuestro entorno, queremos que las reducciones y las bonificaciones, en el caso que se sigan utilizando no se hagan con cargo a las cotizaciones ( 3.735 millones de euros en 2016) que los gastos de la administración de la Seguridad Social ( 3.637 millones de euros en 2016) no se paguen con cotizaciones y que se destope el grupo 1 de cotización que podría suponer unos ingresos superiores a los 8.000 millones de euros, solamente en Euskadi cerca de 100.000 trabajadores podrían cotizar según lo que ganan y si esos ingresos son insuficientes no descartamos que se puedan dedicar parte de nuestros impuestos a atajar el déficit.

En este asunto tampoco hay una salida vasca, salvo el complemento de RGI a los pensionistas que solo llega a 14.928 de los 500.129 y cuyo importe es solo el 10.7 % destinado a sufragar la RGI, por el elevado déficit entre los ingresos por cotizaciones y el gasto en pensiones, algo más de 2.700 millones de euros que significa el 25 % del presupuesto del Gobierno Vasco.

Acabo ya, y lo hago mirando al futuro.

Insisto en que nuestra apuesta es por la negociación y el acuerdo.

Y quiero creer que nuestra visión está calando.

Cuando hasta la principal gestora de activos del mundo se dirige por carta a las empresas en las que invierte, para pedirles que “den prioridad a los impactos positivos en el conjunto de la sociedad” o, en caso contrario, desinvertirán, quiero creer que otra visión del mundo se va abriendo camino.

Cuando la Presidenta de uno de los bancos más importantes de nuestro país dice:

Hay mucho crecimiento pero tiene que llegar a todos y mientras esto no ocurra habrá riesgos e incertidumbre “

Es posible corregir errores. Aquí tenemos muchos puentes rotos. El acuerdo entre el Gobierno Vasco y Confebask ha metido al Diálogo Social en un callejón sin salida. Y ya se sabe que “los callejones sin salida nos enseñan el camino de regreso”.

Hay que ir hacia otro lado ¿Hacia dónde? Creo que sólo se puede recuperar el Diálogo Social si este es sostenido, duradero y equilibrado.

Hace ya tiempo el Gobierno Vasco se comprometió a crear un órgano permanente que institucionalice de manera definitiva el dialogo social, por cierto en esto vamos a la cola ya que somos una de las pocas Comunidades Autónomas que no lo tienen regulado.

Su puesta en marcha ayudaría a empezar a solucionar la situación. Pero la responsabilidad de hacerlo está solo en sus manos.

También está en sus manos una reforma de Lanbide que se tiene que hacer mirando a los desempleados, a las empresas, a los perceptores de RGI , sin olvidar a los trabajadores y trabajadoras del propio organismo , para convertir definitivamente a Lanbide en un servicio público de empleo y no en un mero gestor de las prestaciones de la RGI.

No puedo acabar sin hacer una referencia a la siniestralidad laboral, otra consecuencia más de nuestra precariedad, no podemos tolerar que en los últimos tres años hayan muertos 105 trabajadores y trabajadoras en Euskadi y 1.833 en España, es necesario un gran pacto social más allá de los centros de trabajo para darle una dimensión social al problema como hemos conseguido con los accidentes de tráfico y la violencia machista.

Y ahora sí que termino.

Para UGT es tiempo de ganar.

De ganar en igualdad,

de ganar en salarios,

de ganar en calidad de empleo,

de ganar en pensiones dignas

y como no ganar en derechos.

Esta es nuestra hoja de ruta.

Búsquennos en ella.

Pero solo en ella.

Eskerrik asko

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